2 ene 2012

Lecciones de la Alfabetización


A partir del 1ro. de enero de 1959, la Revolución popular victoriosa colocó los programas educacionales, culturales y científicos en el vórtice de las aspiraciones y necesidades inmediatas de nuestro pueblo. Con estas premisas se desarrollaron cambios profundos en la educación y la cultura que habrían de ser el fundamento de la Campaña de Alfabetización iniciada en enero de 1961 y cuyo aniversario 50 estamos conmemorando.

La ampliación de los servicios educacionales fue objetivo priorizado desde los primeros momentos. La creación de 10 mil nuevas aulas de una vez, la conversión de los cuarteles en escuelas y la nacionalización de la escuela privada ejemplifican, de manera elocuente, esa voluntad de la Revolución triunfante.

Asimismo, al llamado de la Revolución marcharon a las montañas tres mil maestros voluntarios. Comenzó el plan de superación de la mujer que se convirtió en una vía para elevar el nivel cultural de las campesinas y, desde 1961, se crearon los círculos infantiles para ofrecer a los niños cuidado y educación y facilitar la incorporación de las mujeres al trabajo.

Preparar organizativa y pedagógicamente la batalla no hubiera sido factible sin un trabajo previo de investigación socio-cultural. En su planificación técnica se llevaron a cabo investigaciones científicas a través de toda la nación, que pusieron en evidencia aspectos cuyos resultados constituyeron factores muy importantes para la orientación del proceso técnico subsiguiente. Así surgieron la cartilla Venceremos y el manual Alfabeticemos.

El mérito de estos textos estuvo en su eficiencia técnica y práctica para orientar el trabajo de centenares de miles de alfabetizadores. Se elaboraron fórmulas pedagógicas capaces de enseñar a través de un contenido revolucionario y que respondía a los intereses y a la psicología de analfabetos y alfabetizadores.

La Campaña sirvió como germen para entender los problemas de organización y dirección de la educación en las condiciones de una sociedad revolucionaria, en donde la escuela debía vincularse con el pueblo y los métodos de enseñanza tomar en cuenta el inconveniente de la masividad de la cultura.

Por vez primera en nuestra historia, la cuestión de la masividad de la cultura se planteaba como algo que exigía solución práctica. En la actualidad, constituye uno de los más importantes dilemas que tiene ante sí el desarrollo de la cultura nacional; puede decirse que las experiencias de entonces son decisivas para encontrar los caminos necesarios de hoy. Cada vez que pensamos en las tareas que debemos realizar en cuanto a la masividad y calidad de la cultura, recordamos cómo la Campaña de Alfabetización logró solventar, en su nivel, este importante problema.

La alfabetización, como toda la tarea ulterior que emprendió la Revolución en la enseñanza y la cultura, planteó un problema que los maestros entendieron con claridad y precisión. Me refiero a la necesidad de relacionar, en una forma eficiente y práctica, los aspectos técnicos y pedagógicos que ella suponía con los principios y métodos que propiciaran una gran movilización social, y a su vez, vincularlo todo a la solución de innumerables dificultades de carácter administrativo, de organización y de distribución de recursos materiales y humanos.

Las viejas estructuras organizativas de la dirección docente que existían en el capitalismo vinieron abajo, estrepitosamente, en esos meses y en los años posteriores. Se crearon, de esta manera, nuevas estructuras y formas de organización popular de la enseñanza, cuyas experiencias esenciales mantienen su validez. Y no solo para la educación, sino para otros ámbitos del trabajo cultural.

El apoyo principal para la realización del trabajo técnico durante la Campaña, hay que atribuírselo a la mejor tradición pedagógica del maestro cubano y a la vinculación popular, históricamente lograda en la escuela primaria y, muy especialmente, en la escuela pública. Esta tradición del magisterio primario cubano tiene el mérito de haberse mantenido y desarrollado en lucha abierta contra la corrupción y el latrocinio de los gobiernos neocoloniales. Esta tenía una profunda raíz histórica en nuestra Patria, rechazaba el intelectualismo e iba en busca de los problemas prácticos que planteaba el proceso de aprendizaje. Es una tradición de trabajo práctico y de profunda raíz popular.

Toda esta tradición pedagógica, patriótica y de profunda raíz popular alcanzó cumbres de gloria cuando los trabajadores de la enseñanza, formando parte integral del pueblo, pudieron mostrar que habían hecho un aporte trascendente a la causa popular y a la cultura nacional.

La Campaña de Alfabetización mostró el enorme interés que la clase obrera tenía por la educación. El dinamismo del movimiento sindical le impuso su sello proletario a las hermosas jornadas libradas por los alfabetizadores populares y los millares de brigadistas Patria o Muerte. Centenares de cuadros sindicales volcaron su energía y su entusiasmo para apoyar la gran tarea que tenía planteada el país.

A su vez, en aquellas jornadas se hizo sentir la participación de miles de dirigentes de la Federación de Mujeres Cubanas, de los Comités de Defensa de la Revolución, de la Asociación Nacional de Agricultores Pequeños y del Sindicato de Trabajadores de la Educación.

La Asociación de Jóvenes Rebeldes, fruto de la unidad del movimiento juvenil cubano, encontró en la alfabetización la primera gran tarea que le serviría para foguearse en la acción de masas y que le permitiría descubrir y forjar a nuevos cuadros que asumirían diversas responsabilidades en la naciente organización.

Se integraron 300 mil cubanos, entre los cuales estaban más de 100 mil estudiantes brigadistas Conrado Benítez; 121 mil alfabetizadores populares; 35 mil maestros integrados como dirigentes y especialistas; 15 mil obreros agrupados en las brigadas Patria o Muerte” a las que hay que agregar un sinnúmero de trabajadores de distintas ramas, así como personal administrativo y de servicios.

La Campaña fue un hecho que por su significado educacional, cultural y político motivó la atención de muchos en el ámbito internacional, desde el momento mismo en que Fidel Castro expresara ante la Asamblea General de las Naciones Unidas aquel memorable compromiso.

Así, la Campaña en su desarrollo rebasó los límites de nuestro país. Maestros procedentes de Latinoamérica se integraron en brigadas voluntarias y alfabetizaron en distintas zonas de nuestros campos. Igualmente se contó con la colaboración de los países socialistas y de organizaciones juveniles de carácter internacional, como la Unión Internacional de Estudiantes, y la Federación Mundial de Juventudes Democráticas.

La Unesco, a solicitud de nuestro Gobierno, envió especialistas para verificar los resultados de la Campaña, quienes en las conclusiones del pormenorizado informe que presentaron, expresaban: La Campaña no fue un milagro sino una difícil conquista, lograda a fuerza de trabajo, de técnica y de organización.

A partir del éxito de esta tarea, se inició un formidable movimiento educacional que ha continuado, inconteniblemente, hasta nuestros días. Como continuación de los esfuerzos realizados en la Campaña de Alfabetización, el Gobierno revolucionario creó múltiples opciones educacionales para todos los sectores del país.

Los recién alfabetizados tuvieron oportunidad de elevar sus conocimientos mínimos adquiridos a través de los planes de Seguimiento y de Educación Obrera y Campesina, y los jóvenes alfabetizadores se integraron en el Plan de Becas de la Revolución.

Se desarrolló una verdadera ansia de aprender en el seno de la clase obrera, de los campesinos y de los trabajadores en general. Con el empeño tesonero de los organismos educacionales, de los sindicatos y demás organizaciones de masas, se graduaron de sexto grado más de un millón de personas.

Es decir, que la Campaña no solo logró liquidar el analfabetismo e incorporar a la vida cultural del país a 700 mil personas que permanecían sin saber leer ni escribir. También le abrió un camino con el Sistema de Becas y con la ampliación de la enseñanza desarrollada a partir de entonces, a toda una nueva generación que fue tomando una mayor influencia en la vida nacional.

La generación que integró el ejército de alfabetizadotes, durante décadas ha estado en la vanguardia de las múltiples y diversas tareas que la Revolución ha demandado en la defensa, la economía, la educación, la cultura, la salud del pueblo o en las que el deber internacionalista les ha indicado.

Lo ha demostrado desde 1961 hasta los días presentes, como parte activa en las grandes hazañas históricas que nuestro pueblo ha llevado a cabo desde entonces. ¡No se hagan ilusiones los imperialistas pensando que las nuevas generaciones de cubanos en el futuro cambiarán la política del país!

Estos jóvenes que participaron en la Campaña de Alfabetización, fueron a realizar su trabajo en el mismo año en que se producía el ataque mercenario de Playa Girón. Ellos, siguiendo la orientación de Fidel, no interrumpieron su labor, continuaron en su empeño logrando que aquel año, el de la Victoria de Girón, fuera también el de la Victoria de la Alfabetización.

En la conciencia de esa generación de jóvenes está el recuerdo de aquella epopeya, en la que perdieron la vida por cumplir con el deber Manuel Ascunce Domenech y Delfín Sen Cedré. Meses antes de la Campaña había sido asesinado vilmente el maestro voluntario Conrado Benítez. Estos mártires y los hechos históricos quedaron grabados para siempre en la conciencia de nuestro pueblo y han marcado un camino hacia el futuro, que ningún joven alfabetizador de aquellos tiempos olvidará.

Y cuando el arte logra la maravilla de expresar en forma creadora la vida real de los hombres y mujeres del pueblo, y la eleva a un plano superior, alcanza una fuerza de conciencia humana con la que siempre ha soñado el artista genuino.

La literatura y el arte nacionales también se enriquecieron con la alfabetización masiva, como ha ocurrido con todos los grandes sucesos de la Revolución. La Campaña, como hecho cultural, y el arte y la literatura, que inspirados en tales empeños, se han creado en estos años de Revolución, ponen en evidencia que el sentimiento de solidaridad humana está en el corazón mismo de la cultura patria, y que si en él se inspiran nuestros artistas y escritores, y si se acercan a los fenómenos y problemas reales de la vida, y si acompañados de esta orientación agudizan además su imaginación creadora, podrán, los que tengan talento para expresar lo bello, alcanzar las cumbres de universalidad a que aspira el arte verdadero.

La Alfabetización fue, en síntesis, un hecho educacional y cultural creador de conciencia revolucionaria en las nuevas generaciones y que como acontecimiento esencialmente humano brindó materiales para que los artistas y escritores, trabajando sobre ellos, llevaran a planos más altos el arte nacional. Lo esencial está en que formó parte del intenso movimiento popular de ansias profundas de renovación radical que vivía el país en los años iniciales de la Revolución. En aquellos días hermosos, siglos de ignorancia y explotación se venían estrepitosamente abajo.

A propósito del 50 aniversario de la Campaña de Alfabetización, es necesaria una reflexión acerca de su significación para estos tiempos. Nos satisface recordar la historia, pero más nos agrada partir de ella para crear la nueva historia. Por estas razones, nos preguntamos cuáles son sus enseñanzas y orientaciones válidas para las colosales tareas de hoy en el terreno de la educación y la cultura.

En mi opinión, es necesario alcanzar algunos objetivos que considero esenciales:

• Lograr una educación y una cultura íntimamente relacionadas con el movimiento social, político y moral de la nación y de proyección latinoamericana y universal.

• Afianzar la cultura general integral y masiva, a la que precisamente se ha referido, con insistencia, el compañero Fidel. No hay cuestión moral, filosófica, jurídica o política de mayor interés, en especial para las universidades, que profundizar en las formas prácticas de lograr la integridad de la cultura y su masividad y, por tanto, la necesidad de relacionarla con el movimiento popular. Es una importante responsabilidad que tenemos con la Patria que recibimos de nuestros antecesores y con la que legaremos a nuestros sucesores.

En aquellos momentos fundacionales hice un llamamiento a los especialistas y pedagogos del país a cooperar en todos estos empeños. La tradición patriótica de las ideas educacionales cubanas inspiraba nuestra política. Desde mi función de Ministro tuve el privilegio de convertirme, de hecho, en alumno de los mejores maestros de Cuba.

En 1960, en la Asamblea General de la ONU, Fidel anunció que se organizaba una campaña nacional contra el analfabetismo, y que en 1961 Cuba estaría libre de ese flagelo que azotaba y azota aún a la humanidad. El 22 de diciembre de aquel mismo año histórico —que lo fue también porque triunfamos contra el imperialismo en Girón—, proclamaba en la Plaza de la Revolución que habíamos ganado la batalla contra el analfabetismo. El proceso educacional y cultural cubano adquiría una significación nacional e internacional ejemplarizante. Por eso, pudo decir: “Ningún momento más solemne y emocionante; ningún instante de júbilo mayor, ningún minuto de legítimo orgullo y gloria como éste, en que cuatro siglos y medio de ignorancia han sido derrumbados”.

Así, junto a la imagen de José Martí, nació el movimiento educacional, cultural y científico generado por la Revolución Cubana, que durante más de cinco décadas ha estado en su columna vertebral, y en los comienzos del siglo XXI resulta decisivo para la independencia y el progreso del país, y carta de presentación de Cuba ante el mundo.

Dijo entonces Fidel: “Las masas hicieron suya esta lucha; todas las organizaciones de masas hicieron suya esta bandera, y solo así habría sido posible ganar la batalla”.

Todas estas lecciones las aprendimos en la Campaña de Alfabetización.

Armando Hart Dávalos / (Bohemia)

Tomado: VisionesAlternativas.com

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